Mayor prevalencia de enfermedades tiroideas podrían deberse a una política de yodación con falta de pertenencia regional

En 1979, la autoridad sanitaria del país decretó que toda la sal de mesas debía contener yodo. Pasada algunas décadas, estudios evidenciaron que en el norte de Chile, específicamente en Calama, esta medida pudo contribuir a un efecto no deseado.
Esta información y otros aspectos relacionados, fueron parte de los datos entregados en el simposio “Mapa Nutricional del Yodo y Hormonas Tiroideas en Gestación” organizado por el Servicio de Ginecología del Hospital Regional de Antofagasta.
Uno de los expositores de este simposio fue el médico Rodrigo Moreno, doctor en ciencias médicas y profesional del Departamento de Medicina Nuclear de la Universidad Libre de Brucelas.
El profesional comenzó su exposición explicando que tanto la falta como el exceso de yodo provocan efectos nocivos en la salud humana. En personas adultas, la carencia de este mineral puede causar bocio y/o hipotiroidismo. Esta última condición médica (hipotiroidismo) en mujeres embarazadas suele afectar el desarrollo normal del sistema nervioso central del feto, lo que se traduce en una patología conocida como cretinismo.
Moreno explicó que los primeros antecedentes de Bocio Endémico en Chile datan de estudios realizados en los años 50. En esa época los niveles más altos estuvieron en lugares como Aysén, Linares y Malleco. Lugares más al norte de estas locaciones como Santiago y Coquimbo arrojaban por esos años índices más bajos de esta condición de salud.
Otros estudios posteriores, también establecieron una relación Costa Cordillera en la presencia de bocio, con mayores casos en sectores cordilleranos y menos afectados en localidades costeras.
En resumen, en décadas pasadas había un relación norte-sur y este-oeste en el déficit de yodo en la población infantil. A toda esta información, es importante señalar que en el norte había menos casos que en el sur de chile y, dentro de esta tendencia, más casos en sectores cercanos a la cordillera que en zonas costeras.
Ante este panorama, en 1979 el país adopta la medida de agregar a la sal de mesa 100 partes por millón de yodo a la sal de mesa. (100ppm o 1mg/k).
Estudios posteriores, a contar de la década de los 90, demostraron que la población escolar presentaba altos índices de yodo, más allá de la norma recomendada por la Organización Mundial de la Salud.
El doctor en ciencias médicas, detalló que la norma para medir el yodo en el cuerpo es a través de muestras de orina. La medida utilizada es de miligramos por litro (ug/L) y los rangos adecuados deben ir de 100 a 199 ug/L, con un límite máximo de 299 ug/L .
Al testear menores de edad de Punta Arenas, Temuco, Santiago y Calama, todos arrojaron niveles por sobre la norma en 1994. Todas estas ciudades estaban por sobre la norma, con la capital de la provincia El Loa encabezando el ranking con 1.000 ug/L, le seguían Punta Arenas con 800 ug/L, Santiago con cerca de 700 ug/L y Temuco con 600 ug/L.
En el caso de Calama, mediciones del 2001 dieron resultados similares. Estudios de 2003 y 2012 arrojaron valores cercanos a los 500 ug/L, que si bien arrojaron una disminución de los niveles, aún estuvieron muy por encima de lo considerado como saludable.
Un dato que coincide con el menor grado de yodo en orina, fue que en 2.000 la autoridad sanitaria redujo la obligatoriedad de yodo en sal de mesa de 100 partes por millón a 40 partes por millón. Ambos casos parecen estar relacionados, opinó el profesional.
Moreno acotó que el exceso de yodo contribuye a la aparición de enfermedades tiroideas autoinmunes, relacionadas con el hipotiroidismo. Como ejemplo señala que Punta Arenas, donde los niveles de yodo son inferiores en la población, hay muchos menos casos de enfermedades tiroideas autoinmune que en Calama.
Para el profesional, al parecer aquí estamos frente a un caso en que políticas nacionales no consideraron particularidades regionales, provocando un deterioro en la salud de grupos humanos específicos, condicionados por el territorio.
Ante esta realidad, destacó, vale la pena preguntarse si el exceso de yodo en el país estaría provocando una mayor prevalencia de hipotiroidismo a nivel país. Mientras en Europa los índices son de un 5% en Chile alcanza el 19%.
Responder a esta pregunta en el país aún no es posible puesto que falta un sistema de vigilancia en Chile que permita una política de yodación adecuada, concluyó.

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