COLUMNA DEL JEFE DE LA ZONA DE CARABINEROS ANTOFAGASTA, GENERAL CRISTIAN MONTRE SOTO.
La noche del lunes 17 de junio de 1991, Antofagasta presintió el desastre. Una densa neblina cubrió la ciudad, el cielo adquirió un tono rojizo y un viento cálido anunciaba lo inesperado. Comenzó a lloviznar. A la 1:00 de la madrugada del martes 18, la lluvia se intensificó, y media hora más tarde, era torrencial y por tres horas azotó a la ciudad.
Antofagasta quedó herida. El barro, las piedras y los escombros arrasaron con viviendas, calles y esperanzas. Se perdieron vidas humanas, se fracturaron familias y se instaló un dolor que incluso hoy es parte de la memoria de sus habitantes, siendo una de las tragedias más duras que ha enfrentado la ciudad.
A 34 años de esa jornada, no sólo recordamos. También renovamos el compromiso con la prevención, la solidaridad y, sobre todo, con la responsabilidad colectiva frente a la amenaza siempre latente de nuevos desastres.
Ese día —como en cada emergencia que ha golpeado a la región y al país— Carabineros de Chile estuvo allí. En medio de la lluvia, cuando los ríos de lodo descendían por las quebradas arrastrando todo a su paso, los carabineros auxiliaron a cientos de familias. Estuvieron presentes desde el primer momento, ayudando, orientando y conteniendo.
Cuando pasó el caos, la labor no terminó. Asegurar las zonas de riesgo, rescatar a personas atrapadas, acompañar a quienes lo habían perdido todo, buscar incansablemente a los desaparecidos, patrullar sin descanso las calles de una ciudad devastada. Esa fue —y sigue siendo— la misión de carabineros.
Hoy, con la experiencia de aquel desastre y de muchos otros, podemos afirmar con convicción: seguimos cumpliendo ese deber con la misma vocación de servicio.
Desde la frontera, donde los Carabineros especialistas en montaña enfrentan condiciones extremas, hasta las zonas urbanas más pobladas, pasando por cada rincón de la región, hay carabineros preparados para responder. El GOPE está listo para actuar en situaciones de alto riesgo, y todos los funcionarios, sin excepción, serán los primeros en llegar, trabajando codo a codo con Bomberos, personal de salud, municipios y todos los organismos de emergencia.
En situaciones de catástrofe, la labor no se limita a la seguridad y el orden público. También son parte activa de la gestión del riesgo de desastres: prevenimos, respondemos y ayudamos en la recuperación. Lo hacemos con profesionalismo, pero también con humanidad.
Sin embargo, por preparados que estemos, la prevención es una responsabilidad compartida. Por eso hoy hacemos un llamado urgente a la comunidad: no olvidemos lo que vivimos. Cuidemos nuestras quebradas, mantengamos limpias las vías aluvionales, evitemos que se acumulen escombros o basura en lugares donde puede volver a correr el agua.
La naturaleza no avisa. Y si las vías están bloqueadas, el daño no solo podría repetirse: podría ser peor. No hablamos de detalles menores, hablamos de decisiones que salvan vidas.
Sabemos que las autoridades realizan esfuerzos constantes para limpiar y despejar estos espacios, pero aún hay quienes, con total irresponsabilidad, los usan como basureros clandestinos. No seamos cómplices del descuido: denunciemos por los canales oficiales, eduquemos a nuestros hijos, conversemos con nuestros vecinos. La conciencia también es prevención.
Recordar es aprender. Y honrar a quienes partieron en aquella tragedia es asumir nuestro rol en la protección de nuestras comunidades.
Desde Carabineros de Chile reafirman hoy, como lo hicimos ayer, su compromiso con Antofagasta, con su gente y con su historia. Estan siempre donde se necesite. Con decisión, con vocación y con la certeza de que la seguridad y la prevención son tarea de todos.